La Almería colapsada

Escribo estas líneas no solo como presidente de Almerienses, sino como uno más de los más de 200.000 almerienses atrapados a diario en el laberinto en que han convertido nuestra ciudad. Vivimos las consecuencias de la nula planificación, una soberbia política que ha decidido levantar Almería sin pensar en cómo vamos a vivir en ella mientras tanto. El #soterraMIENTO del AVE, la peatonalización del Paseo y los nuevos accesos al Puerto que al ejecutarlas todo a la vez, sin un plan de movilidad definido y coherente, es una irresponsabilidad que nos está costando tiempo, dinero y paciencia. Nos han derribado puentes y pasos subterráneos, infraestructuras básicas que conectaban nuestros barrios, y como única alternativa nos ofrecen un condescendiente “lo sentimos, tengan paciencia” apelando al orgullo cívico porque no estamos montando un follón descomunal.

La realidad es que la paciencia se agota cada mañana en la Avenida de Cabo de Gata, convertida en una ratonera desde que se derribó el puente de la Avd. del Mediterráneo. Insisto una vez más que fue una petición del equipo de gobierno municipal popular. Ahora hay una cascada de rotondas y glorietas a nivel que soportan todo el tráfico que antes se distribuía en varias vías y niveles, creando nuevos puntos negros y atascos perpetuos. Esta es la “nueva” Almería que nos prometen: una ciudad plana en su infraestructura, tan plana como su capacidad en resolver los problemas reales. Nuestro transporte público, ya de por sí limitado a un sistema de autobuses, con trayectos eternos y poco agiles, ha sufrido un retroceso brutal; las líneas se desvían, los tiempos de espera se eternizan y ya no pueden acceder al corazón comercial de la ciudad. Mientras tanto, los comerciantes del centro ven cómo sus negocios se ahogan, aislados por unas obras que parecen no tener fin y que disuaden a cualquiera de acercarse. Los vecinos, por su parte, han sido condenados a un arresto domiciliario. Hay vallas que de noche a la mañana aparecen, sin aviso aíslan los accesos. Esta absoluta improvisación no les sonroja.

La hipocresía de los grandes partidos, dedicados solo a criticarse mutuamente. El gobierno central del PSOE, que se niega sistemáticamente a estudiar una red de cercanías para conectar un área metropolitana de casi 500.000 habitantes que va desde Adra hasta Níjar, no tiene reparo en publicitar inversiones multimillonarias hace un par de semanas para los proyectos ferroviarios en Tenerife y Gran Canaria, que suman más de 3.800 millones de euros. Que Almería también sea una isla aquí no nos vale para nada. Nos alegramos de que no solo se invierta en las grandes urbes peninsulares, pero denunciamos el agravio comparativo con los almerienses. Qué decir de la Junta de Andalucía, ahora en manos del PP, mientras aquí nos ahogamos en el tráfico de personas y mercancías, el consorcio se negó también a estudiar el cercanías del Poniente. Han invertido miles de millones en los metros de Sevilla (más de 650 millones solo para la línea 3), Málaga (cerca de 1.000 millones), Granada (más de 645 millones), el “trambahía” de Cádiz (más de 267 millones) o el resucitando el tranvía de Jaén (con una inversión inicial de más de 120 millones). Para Almería, la misma respuesta siempre: silencio y olvido.

Nos hablan de movilidad sostenible, pero su errática gestión, o nula en la mayoría de las veces, constituye algo más que una insoportable broma pesada. Tenemos alrededor de 100 kilómetros de carril bici, inutilizando miles de plazas de aparcamiento en toda la ciudad, pero ¿realmente se está utilizando? Ni nuestra orografía, con sus cuestas, ni nuestro clima, con miles de horas de sol al año, invitan a su uso masivo como en otras latitudes o en el norte de Europa. Llevamos años esperando un sistema público de alquiler de bicicletas que incentive y agilice su uso, pero nunca llega. Mientras tanto las aceras y esos mismos carriles bici son invadidos por patinetes eléctricos que circulan sin ley ni orden, provocando accidentes ante la pasividad municipal. No se puede imponer un modelo de movilidad a golpe de brocha y hormigón si no se atiende a la realidad y las costumbres de los almerienses, que no vamos a cambiar nuestra forma de movernos porque un equipo de gobierno haya tenido una ocurrencia, una “modernura”, o crea que somos nórdicos por solo ellos decirlo.

El problema de fondo es la falta de valentía y de visión de futuro. Cortoplacismo, mediocridad y electoralismo permanente. Nadie ha planteado soluciones audaces y lógicas, como un paso subterráneo que conecte la Avenida del Mediterráneo con la Carretera de Montserrat para aliviar el tráfico en la entrada y salida de la capital, ahora que hemos eliminado los puentes. ¿Por qué? Porque nuestros gobernantes locales, sean del color que sean, son meros delegados de sus partidos en Sevilla y Madrid. Serviles franquiciados. No pueden defender un proyecto audaz para Almería si se sale del guion marcado, si molesta a las provincias vecinas. Esta sumisión es la que nos condena. Estas obras, lejos de transformar Almería para bien, van a consolidar un modelo de ciudad caótica y mal conectada, un monumento a la improvisación y al desprecio por el almeriense.